sábado, 23 de enero de 2010

UNIDAD 9. LA CRISIS DE LA RESTAURACIÓN: REGIONALISMOS Y NACIONALISMOS Y CRISIS DE 1917

0. INTRODUCCIÓN
La Restauración tuvo que hacer frente a la expansión de los movimientos socialistas, al cuestionamiento del dominio español tanto en las Antillas como en el Pacífico y, finalmente, a la emergencia de propuestas nacionalistas que exigían la reforma del Estado. La crisis del 98 fue el aviso definitivo que hizo resquebrajar las bases del sistema y planteó la necesidad de tomar medidas orientadas a la regeneración de la vida política y social del país. En esa crisis dos factores jugaron un papel muy importante: la extensión de las ideas nacionalistas y la crisis de 1917.
1. CONTEXTO HISTÓRICO MUNDIAL
En los años sesenta del siglo XIX Italia y Alemania conseguían la unificación. Fue esta la época del desarrollo de los movimientos nacionales. Sin embargo, la correspondencia entre Estado y nación se dio en pocos casos y lo más frecuente fue el nacimiento de reivindicaciones propias dentro de cada zona. En ello intervino la política colonial desarrollada desde el último tercio del siglo XIX. Todos estos acontecimientos confluirían finalmente en el inicio de la Primera Guerra Mundial.

3. DESARROLLO DEL TEMA
REGIONALISMOS Y NACIONALISMOS
Causas de los nacionalismos. La emergencia de los nacionalismos en España es debida en gran parte al propio sistema canovista, a su exceso de centralización y al progresivo desprestigio que experimenta a lo largo del siglo, que podemos detallar en los siguientes puntos:
- Un sistema administrativo y político centralista (por ejemplo la abolición de los fueros vascos) que atendía sólo a los intereses partidistas de los grupos políticos dinásticos, olvidando las necesidades del País Vasco y Cataluña, los dos motores económicos del país en ese momento.
- La pretensión de uniformizar cultural y lingüísticamente España, imponiendo una cultura oficial en castellano.
- El progresivo desprestigio de las estructuras del Estado español, especialmente a partir del 98, favorece el surgimiento de propuestas autonomistas y de modelos de Estados alternativos, principalmente en Cataluña.
El Catalanismo. Hacia 1830 surgió en Cataluña un amplio movimiento cultural y literario, conocido como la Renaixença. Su finalidad era la recuperación de la lengua y de las señas de identidad de la cultura catalana, pero carecía de aspiraciones y de proyectos políticos, siendo sus objetivos puramente culturales. A partir de este momento surgirán dos tendencias catalanistas, una progresista (Centre Catalá) y una conservadora (Unió Catalanista), que formularon propuestas autonomistas del Estado, siempre confrontadas con el sistema canovista.
Las primeras formulaciones catalanistas con un contenido político vinieron de la mano de Valentí Almirall, un republicano federal decepcionado, que fundó el Centre Catalá (1882), organización que pretendía sensibilizar la opinión pública catalana para conseguir la autonomía y que en 1885 impulsó la redacción de un “Memorial de Agravios” que fue presentado a Alfonso XII. El memorial denunciaba la opresión de Cataluña y reclamaba la armonía entre los intereses y las aspiraciones de las diferentes regiones españolas.
Un grupo de intelectuales, contrarios al progresismo de Almirall, fundaron la Unió Catalanista (1891), una federación de entidades de carácter catalanistas de tendencia conservadora. Su programa quedó fijado en las Bases de Manresa, que defendía una organización confederal de España y la soberanía de Cataluña en política interior.
El impacto de la crisis del 98 fue decisivo para la maduración y expansión social del catalanismo. La convergencia de intereses entre los diferentes sectores catalanistas (conservadores y progresistas), cada vez más alejada de los partidos dinásticos y más próximos al regionalismo, cuajo en la creación en 1901 de un nuevo partido, la Lliga Regionalista, que contó entre sus principales líderes a Enric Prat de la Riba y Francesc Cambó. La Lliga presentaba un programa político conservador, centrado en la lucha contra el corrupto e ineficaz sistema de la Restauración y a favor de un reformismo político que otorgase la autonomía a Cataluña. En 1923 era ya la principal fuerza hegemónica en Cataluña.
País Vasco. El nacionalismo vasco, frente al catalán que trataba de buscar nuevos modelos de Estado, surgió en esta época tras la derrota carlista como una propuesta tradicionalista de recuperación de los modos políticos y de vida propios del foralismo, en clara reacción a los dos grandes problemas de la sociedad vasca: la abolición de los fueros por Cánovas del Castillo, cuya recuperación constituía el objetivo primordial del nacionalismo vasco y la fuerte inmigración que provocó la industrialización supuso una ruptura de la sociedad tradicional vasca que facilitó el surgimiento de los euskeros, defensores de la lengua y la tradición vascas.
Sabino Arana, recogiendo la tradición foralista y euskera, formuló los principios originarios del nacionalismo vasco y fundó el Partido Nacionalista Vasco (PNV) en 1894. La ideología de Arana se articulaba en torno a los principios de la raza vasca, de los fueros y de la religión. Su lema fue “Dios y Antiguas Leyes” y defendía una postura antiliberal y tradicionalista, a la vez que abogaba por la total reintegración de los fueros. En los últimos años de su vida, el discurso de Sabino Arana fue moderándose, abandonando sus postulados independentistas, para impulsar la creación de un partido autonomista.
Otros movimientos regionalistas. En esta época se generaron una serie de sentimientos regionalistas o nacionalistas en Galicia, Valencia o Andalucía, que a diferencia de los nacionalismos catalán y vasco tenían un carácter mucho más “difuso”, sin una propuesta política articulada y con un aspecto eminentemente cultural.
El regionalismo fue más tardío en Galicia. A mediados del S. XIX se inició una corriente que dio lugar a O Rexurdimiento que significó el redescubrimiento literario de la lengua y la cultura gallegas. Tan sólo unas minorías cultas, insatisfechas ante la situación del país, empezaron a responsabilizar a la subordinación política de Galicia de su atraso económico, que forzaba a muchos gallegos hacia la emigración. Fue durante la última etapa de la Restauración cuando el galleguismo fue adquiriendo un carácter más político, aun así continuó siendo un movimiento minoritario.
Más débiles resultaron los movimientos regionalistas valenciano y andaluz. El valencianismo adquirió cierta importancia a partir de la creación de Valencia Nova (1904) y de Juventud Valenciana (1908), primeros pasos hacia la creación de un movimiento político. En Andalucía empezó a forjarse un regionalismo andalucista alrededor del Ateneo de Sevilla, al que Blas Infante (nacido en Casares) dio un gran impulso a partir de 1910. El sentimiento andalucista estaba fuertemente ligado a la reivindicación de la figura del jornalero, la tierra como identidad del pueblo andaluz y la distribución equitativa de la tierra.
LA CRISIS DE LA RESTAURACIÓN
Alfonso XIII y el fortalecimiento de la oposición. En 1902, Alfonso XIII, tras alcanzar la mayoría de edad llega al trono, y se inicia la segunda etapa de la Restauración, en la que se intentó la modernización del sistema político. Sin embargo, el miedo a aceptar los riesgos de una verdadera participación democrática mantuvo el turno dinástico, que hizo imposible una reforma en profundidad del sistema y éste entró en su quiebra definitiva.
El sentimiento de no haber sabido aprovechar la crisis del 98 para poner fin a la hegemonía de los partidos dinásticos provocó la necesidad de renovar idearios y organización en los grupos de la oposición. El republicanismo fue la principal fuerza de la oposición política. No podemos olvidar por otro lado la importancia adquirida tanto por el PSOE como por los anarquistas.
La Guerra de Marruecos y la Semana Trágica. Tras el desastre del 98 y la pérdida de los últimos territorios coloniales, la actuación exterior española se orientó hacia el norte de África. La Conferencia de Algeciras (1906) y el posterior tratado hispano-francés (1912) supusieron la entrada de España en el reparto de África. De este modo, se establecía un protectorado franco-español en Marruecos. La presencia española en Marruecos fue contestada por las tribus beréberes. Los continuos ataques de estas tribus obligaron a mantener un fuerte contingente militar.
El envío continuo de soldados españoles provocó un importante movimiento de protesta popular, apoyado por anarquistas, socialistas y republicanos. Movimiento que acabó convirtiéndose en una gran revuelta urbana, en la que se combinaron una huelga general obrera y manifestaciones de anticlericalismo popular. Es lo que se conoce como la Semana Trágica. La desmedida represión llevada a cabo por el gobierno permitió el acercamiento entre republicanos y socialistas al que ya hemos hecho referencia, además de influir en el crecimiento de la oposición al gobierno de la Restauración.
La Primera Guerra Mundial. España mantuvo una posición de neutralidad frente al conflicto europeo. Esto se explica por la escasez de fuerzas militares españolas y por el tradicional aislamiento de la política exterior española que había dejado el país al margen de los sistemas de alianzas europeos. La neutralidad favoreció una importante expansión económica, ya que la guerra redujo la capacidad productiva de los países beligerantes y España se convirtió en suministradora de productos industriales y agrarios de todos ellos. Fueron años de fácil enriquecimiento, pero este crecimiento tuvo un componente fuertemente especulativo, ya que no siempre el aumento de las ganancias se aprovechó para la mejora de los sistemas productivos. En contraste, las clases populares conocieron un empeoramiento de su nivel de vida, dado que sus salarios no aumentaron y los precios si lo hacían. Ello provocó una importante oleada de huelgas.
Crisis de 1917. La situación económica derivada de la Primera Guerra Mundial acentuó las diferencias sociales y creó un clima de tensión que estalló en 1917 cuando la coincidencia entre las graves dificultades que acarreaba el sistema político de España (crisis del turnismo, necesidad de reformas...), el descontento militar y la conflictividad social, provocaron una protesta generalizada en la que se vieron implicados los partidos situados al margen del turno dinástico, los militares y las organizaciones obreras. A pesar de la resonancia de este movimiento, no alcanzaron sus objetivos, ya que estos grupos no tenían un programa común que les permitiera actuar unidos. La crisis se manifestó de diferentes maneras:
- La crisis militar. El ejército español, como consecuencia de las guerras coloniales, presentaba un número excesivo de oficiales en relación al de soldados. El hecho de que los ascensos se obtuvieran mayoritariamente por méritos de guerra, lo cual beneficiaba a los militares africanistas en detrimento de los peninsulares, agravaba la situación. Ello provocó la formación de las llamadas Juntas de Defensa, asociaciones militares que reclamaban un aumento salarial y se oponían a los ascensos por méritos de guerra, reivindicando la antigüedad como único criterio.
- La crisis política. En 1917, el gobierno de Dato suspendía las garantías constitucionales, clausuraba las Cortes e imponía la censura de prensa. Ello provocó la formación en Barcelona de la Asamblea de Parlamentarios catalanes que exigía la reestructuración del Estado.
- La crisis social. El protagonismo de la protesta antigubernamental recayó en el movimiento obrero y sindical. La conflictividad laboral fue motivada por el descenso de los salarios reales, produciéndose un importante movimiento huelguístico y las centrales sindicales CNT y UGT.
El problema de Marruecos. En 1917 tuvo lugar el conocido episodio como “desastre de Annual” donde las tropas españolas fueron derrotadas por Abd-el-Krim, causando unas 13.000 bajas.
4. CONCLUSIÓN
Los sucesos de 1917 no consiguieron poner fin al sistema político de la Restauración, que logró sobrevivir a la crisis y se mantuvo todavía durante cinco años más. Sin embargo, el régimen entró en una progresiva descomposición y desgaste a causas de los nulos deseos de renovación política. Ante la incapacidad para democratizarse y adaptarse a las exigencias de cambio social de los nuevos sectores sociales el sistema entró definitivamente en crisis.
Ante la situación de crisis general, los sectores más conservadores buscaron como solución el establecimiento de una dictadura militar. El 13 de Septiembre de 1923 se producía el golpe de Estado de Primo de Rivera. Alfonso XIII encomendó la formación de un nuevo gobierno, integrado exclusivamente por militares. Los militares volvían de nuevo a la escena política.





“La tontería es infinitamente más fascinante que la inteligencia, la inteligencia tiene sus límites, la tontería no”.

2. ANTECEDENTES
El pronunciamiento militar de Martínez Campos, en Sagunto, en 1874, ponía fin a la experiencia republicana y se reimplantaba la monarquía en la figura de Alfonso XII. La Restauración fue el sistema político ideado por Antonio Cánovas del Castillo quien creía en la existencia de unas “verdades básicas” indiscutibles, porque formaban parte de la propia Historia, entre estas destacaba la “monarquía legítima”, encarnada por la dinastía borbónica, a esta “verdad básica”, se unían otras como la propiedad privada o la unidad de España.
3. DESARROLLO DEL TEMA
REGIONALISMOS Y NACIONALISMOS
Causas de los nacionalismos. La emergencia de los nacionalismos en España es debida en gran parte al propio sistema canovista, a su exceso de centralización y al progresivo desprestigio que experimenta a lo largo del siglo, que podemos detallar en los siguientes puntos:
- Un sistema administrativo y político centralista (por ejemplo la abolición de los fueros vascos) que atendía sólo a los intereses partidistas de los grupos políticos dinásticos, olvidando las necesidades del País Vasco y Cataluña, los dos motores económicos del país en ese momento.
- La pretensión de uniformizar cultural y lingüísticamente España, imponiendo una cultura oficial en castellano.
- El progresivo desprestigio de las estructuras del Estado español, especialmente a partir del 98, favorece el surgimiento de propuestas autonomistas y de modelos de Estados alternativos, principalmente en Cataluña.
El Catalanismo. Hacia 1830 surgió en Cataluña un amplio movimiento cultural y literario, conocido como la Renaixença. Su finalidad era la recuperación de la lengua y de las señas de identidad de la cultura catalana, pero carecía de aspiraciones y de proyectos políticos, siendo sus objetivos puramente culturales. A partir de este momento surgirán dos tendencias catalanistas, una progresista (Centre Catalá) y una conservadora (Unió Catalanista), que formularon propuestas autonomistas del Estado, siempre confrontadas con el sistema canovista.
Las primeras formulaciones catalanistas con un contenido político vinieron de la mano de Valentí Almirall, un republicano federal decepcionado, que fundó el Centre Catalá (1882), organización que pretendía sensibilizar la opinión pública catalana para conseguir la autonomía y que en 1885 impulsó la redacción de un “Memorial de Agravios” que fue presentado a Alfonso XII. El memorial denunciaba la opresión de Cataluña y reclamaba la armonía entre los intereses y las aspiraciones de las diferentes regiones españolas.
Un grupo de intelectuales, contrarios al progresismo de Almirall, fundaron la Unió Catalanista (1891), una federación de entidades de carácter catalanistas de tendencia conservadora. Su programa quedó fijado en las Bases de Manresa, que defendía una organización confederal de España y la soberanía de Cataluña en política interior.
El impacto de la crisis del 98 fue decisivo para la maduración y expansión social del catalanismo. La convergencia de intereses entre los diferentes sectores catalanistas (conservadores y progresistas), cada vez más alejada de los partidos dinásticos y más próximos al regionalismo, cuajo en la creación en 1901 de un nuevo partido, la Lliga Regionalista, que contó entre sus principales líderes a Enric Prat de la Riba y Francesc Cambó. La Lliga presentaba un programa político conservador, centrado en la lucha contra el corrupto e ineficaz sistema de la Restauración y a favor de un reformismo político que otorgase la autonomía a Cataluña. En 1923 era ya la principal fuerza hegemónica en Cataluña.
País Vasco. El nacionalismo vasco, frente al catalán que trataba de buscar nuevos modelos de Estado, surgió en esta época tras la derrota carlista como una propuesta tradicionalista de recuperación de los modos políticos y de vida propios del foralismo, en clara reacción a los dos grandes problemas de la sociedad vasca: la abolición de los fueros por Cánovas del Castillo, cuya recuperación constituía el objetivo primordial del nacionalismo vasco y la fuerte inmigración que provocó la industrialización supuso una ruptura de la sociedad tradicional vasca que facilitó el surgimiento de los euskeros, defensores de la lengua y la tradición vascas.
Sabino Arana, recogiendo la tradición foralista y euskera, formuló los principios originarios del nacionalismo vasco y fundó el Partido Nacionalista Vasco (PNV) en 1894. La ideología de Arana se articulaba en torno a los principios de la raza vasca, de los fueros y de la religión. Su lema fue “Dios y Antiguas Leyes” y defendía una postura antiliberal y tradicionalista, a la vez que abogaba por la total reintegración de los fueros. En los últimos años de su vida, el discurso de Sabino Arana fue moderándose, abandonando sus postulados independentistas, para impulsar la creación de un partido autonomista.
Otros movimientos regionalistas. En esta época se generaron una serie de sentimientos regionalistas o nacionalistas en Galicia, Valencia o Andalucía, que a diferencia de los nacionalismos catalán y vasco tenían un carácter mucho más “difuso”, sin una propuesta política articulada y con un aspecto eminentemente cultural.
El regionalismo fue más tardío en Galicia. A mediados del S. XIX se inició una corriente que dio lugar a O Rexurdimiento que significó el redescubrimiento literario de la lengua y la cultura gallegas. Tan sólo unas minorías cultas, insatisfechas ante la situación del país, empezaron a responsabilizar a la subordinación política de Galicia de su atraso económico, que forzaba a muchos gallegos hacia la emigración. Fue durante la última etapa de la Restauración cuando el galleguismo fue adquiriendo un carácter más político, aun así continuó siendo un movimiento minoritario.
Más débiles resultaron los movimientos regionalistas valenciano y andaluz. El valencianismo adquirió cierta importancia a partir de la creación de Valencia Nova (1904) y de Juventud Valenciana (1908), primeros pasos hacia la creación de un movimiento político. En Andalucía empezó a forjarse un regionalismo andalucista alrededor del Ateneo de Sevilla, al que Blas Infante (nacido en Casares) dio un gran impulso a partir de 1910. El sentimiento andalucista estaba fuertemente ligado a la reivindicación de la figura del jornalero, la tierra como identidad del pueblo andaluz y la distribución equitativa de la tierra.
LA CRISIS DE LA RESTAURACIÓN
Alfonso XIII y el fortalecimiento de la oposición. En 1902, Alfonso XIII, tras alcanzar la mayoría de edad llega al trono, y se inicia la segunda etapa de la Restauración, en la que se intentó la modernización del sistema político. Sin embargo, el miedo a aceptar los riesgos de una verdadera participación democrática mantuvo el turno dinástico, que hizo imposible una reforma en profundidad del sistema y éste entró en su quiebra definitiva.
El sentimiento de no haber sabido aprovechar la crisis del 98 para poner fin a la hegemonía de los partidos dinásticos provocó la necesidad de renovar idearios y organización en los grupos de la oposición. El republicanismo fue la principal fuerza de la oposición política. No podemos olvidar por otro lado la importancia adquirida tanto por el PSOE como por los anarquistas.
La Guerra de Marruecos y la Semana Trágica. Tras el desastre del 98 y la pérdida de los últimos territorios coloniales, la actuación exterior española se orientó hacia el norte de África. La Conferencia de Algeciras (1906) y el posterior tratado hispano-francés (1912) supusieron la entrada de España en el reparto de África. De este modo, se establecía un protectorado franco-español en Marruecos. La presencia española en Marruecos fue contestada por las tribus beréberes. Los continuos ataques de estas tribus obligaron a mantener un fuerte contingente militar.
El envío continuo de soldados españoles provocó un importante movimiento de protesta popular, apoyado por anarquistas, socialistas y republicanos. Movimiento que acabó convirtiéndose en una gran revuelta urbana, en la que se combinaron una huelga general obrera y manifestaciones de anticlericalismo popular. Es lo que se conoce como la Semana Trágica. La desmedida represión llevada a cabo por el gobierno permitió el acercamiento entre republicanos y socialistas al que ya hemos hecho referencia, además de influir en el crecimiento de la oposición al gobierno de la Restauración.
La Primera Guerra Mundial. España mantuvo una posición de neutralidad frente al conflicto europeo. Esto se explica por la escasez de fuerzas militares españolas y por el tradicional aislamiento de la política exterior española que había dejado el país al margen de los sistemas de alianzas europeos. La neutralidad favoreció una importante expansión económica, ya que la guerra redujo la capacidad productiva de los países beligerantes y España se convirtió en suministradora de productos industriales y agrarios de todos ellos. Fueron años de fácil enriquecimiento, pero este crecimiento tuvo un componente fuertemente especulativo, ya que no siempre el aumento de las ganancias se aprovechó para la mejora de los sistemas productivos. En contraste, las clases populares conocieron un empeoramiento de su nivel de vida, dado que sus salarios no aumentaron y los precios si lo hacían. Ello provocó una importante oleada de huelgas.
Crisis de 1917. La situación económica derivada de la Primera Guerra Mundial acentuó las diferencias sociales y creó un clima de tensión que estalló en 1917 cuando la coincidencia entre las graves dificultades que acarreaba el sistema político de España (crisis del turnismo, necesidad de reformas...), el descontento militar y la conflictividad social, provocaron una protesta generalizada en la que se vieron implicados los partidos situados al margen del turno dinástico, los militares y las organizaciones obreras. A pesar de la resonancia de este movimiento, no alcanzaron sus objetivos, ya que estos grupos no tenían un programa común que les permitiera actuar unidos. La crisis se manifestó de diferentes maneras:
- La crisis militar. El ejército español, como consecuencia de las guerras coloniales, presentaba un número excesivo de oficiales en relación al de soldados. El hecho de que los ascensos se obtuvieran mayoritariamente por méritos de guerra, lo cual beneficiaba a los militares africanistas en detrimento de los peninsulares, agravaba la situación. Ello provocó la formación de las llamadas Juntas de Defensa, asociaciones militares que reclamaban un aumento salarial y se oponían a los ascensos por méritos de guerra, reivindicando la antigüedad como único criterio.
- La crisis política. En 1917, el gobierno de Dato suspendía las garantías constitucionales, clausuraba las Cortes e imponía la censura de prensa. Ello provocó la formación en Barcelona de la Asamblea de Parlamentarios catalanes que exigía la reestructuración del Estado.
- La crisis social. El protagonismo de la protesta antigubernamental recayó en el movimiento obrero y sindical. La conflictividad laboral fue motivada por el descenso de los salarios reales, produciéndose un importante movimiento huelguístico y las centrales sindicales CNT y UGT.
El problema de Marruecos. En 1917 tuvo lugar el conocido episodio como “desastre de Annual” donde las tropas españolas fueron derrotadas por Abd-el-Krim, causando unas 13.000 bajas.
4. CONCLUSIÓN
Los sucesos de 1917 no consiguieron poner fin al sistema político de la Restauración, que logró sobrevivir a la crisis y se mantuvo todavía durante cinco años más. Sin embargo, el régimen entró en una progresiva descomposición y desgaste a causas de los nulos deseos de renovación política. Ante la incapacidad para democratizarse y adaptarse a las exigencias de cambio social de los nuevos sectores sociales el sistema entró definitivamente en crisis.
Ante la situación de crisis general, los sectores más conservadores buscaron como solución el establecimiento de una dictadura militar. El 13 de Septiembre de 1923 se producía el golpe de Estado de Primo de Rivera. Alfonso XIII encomendó la formación de un nuevo gobierno, integrado exclusivamente por militares. Los militares volvían de nuevo a la escena política.





“La tontería es infinitamente más fascinante que la inteligencia, la inteligencia tiene sus límites, la tontería no”.

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