sábado, 23 de enero de 2010

UNIDAD 7. EL RÉGIMEN DE LA RESTAURACIÓN Y EL SISTEMA CANOVISTA.
0. INTRODUCCIÓN
El final del Sexenio dará pasó a la Restauración de la Monarquía, un largo período de la España contemporánea que se extiende hasta el golpe de Estado de Primo de Rivera en 1923. La Restauración sería periodo de estabilidad constitucional, de modernización económica y de alejamiento del ejército de la vida política, pero también lo fue de dominio de la burguesía oligárquica, de caciquismo, de falseamiento electoral, etc.
1. CONTEXTO HISTÓRICO MUNDIAL
El desarrollo de una segunda revolución Industrial en el último tercio del siglo XIX trajo aparejado el desarrollo de una política imperialista. El Congreso de Berlín en 1885 ejemplifica el reparto del mundo que llevaron a cabo las potencias europeas y que a la larga conduciría al inicio de la I Guerra Mundial.

2. ANTECEDENTES
En el periodo que transcurrió entre 1833 y 1868 se había producido en España la implantación del liberalismo, etapa durante la cual se transformó la estructura del Estado, dando paso a una monarquía constitucional y parlamentaria. El deterioro de la monarquía de Isabel II dio paso en 1868 al llamado Sexenio Revolucionario. Durante este periodo, las fuerzas burguesas, con el apoyo de los sectores populares, iniciaron una experiencia de gobierno democrático que, bajo la forma de monarquía o de república, diera satisfacción a los intereses de los diferentes grupos sociales.
3. DESARROLLO DEL TEMA
EL FINAL DE LA REPÚBLICA
Desde febrero de 1873 a diciembre de 1874 se mantuvo la I República. El problema carlista, la guerra en Cuba, los alzamientos cantonalistas, la crisis de gobierno (Pi i Margall, Salmerón y Castelar) y la oposición del resto de grupos políticos provocaron el final de la corta experiencia republicana. En 1874, el pronunciamiento militar de Martínez Campos proclamaba rey de España a Alfonso XII.
LOS FUNDAMENTOS DEL SISTEMA DE LA RESTAURACIÓN
Las bases del sistema canovista. La Restauración es el sistema político ideado por Antonio Cánovas del Castillo quien creía en la existencia de unas “verdades básicas” indiscutibles, porque formaban parte de la propia Historia, entre estas destacaba la “monarquía legítima”, encarnada por la dinastía borbónica, a esta “verdad básica”, se unían otras como la propiedad privada o la unidad de España. Con estas ideas se creó el sistema de la Restauración o Canovista, caracterizado además por su conservadurismo y un parlamentarismo liberal “no democrático”. Además, la Restauración pretendía superar algunos de los problemas endémicos del liberalismo precedente: el carácter partidista y excluyente de los moderados durante el reinado de Isabel II, el intervencionismo de los militares en la vida política y la proliferación de enfrentamientos civiles.
La Constitución de 1876. Las bases del nuevo sistema quedaron fijadas en la Constitución de 1876, de carácter moderado e inspirada en parte en la de 1845. Se trataba de una constitución más abierta en la cual la defensa de valores tradicionales fuese compatible con la incorporación, a medio plazo, de algunos de los principios democráticos de 1868. La Constitución establecía la soberanía compartida entre las Cortes y la Corona, institución que estaba al margen de cualquier decisión política. Reconocía a la Corona como uno de los pilares del nuevo régimen y se le otorgaba el derecho de veto, la potestad legislativa compartida con las Cortes y el nombramiento de ministros. Las Cortes se organizaron en dos cámaras: el Congreso de los Diputados y el Senado. Se proclamó la confesionalidad católica del Estado y, en consecuencia, se restableció el presupuesto de culto y clero. La declaración de derechos era amplía, pero se remitían a leyes ordinarias posteriores que tendieron a restringirlos.
Los pilares básicos sobre los que se apoyaba el sistema canovista eran la Corona, los partidos dinásticos y el ejército. La monarquía se consideraba una institución incuestionable y permanente que se hallaba por encima de cualquier decisión política. Su papel era ejercer como árbitro en la vida política y garantizar el buen entendimiento y la alternancia en el poder entre los partidos políticos. Su papel era ejercer como árbitro en la vida política y garantizar el buen entendimiento y la alternancia en el poder entre los partidos políticos. El poder debía ser compartido de forma alternativa entre los dos grandes partidos dinásticos, el conservador y el liberal, que renunciaban los golpes de fuerza (pronunciamientos) como mecanismo para acceder al gobierno. El tercer pilar era el ejército al que se quería alejar definitivamente de la intromisión en la vida política como había ocurrido durante todo el S. XIX: Riego, Narváez, O´Donell, Prim o Espartero (el proceso de despolitización del ejército fue más aparente que real).
El fin de los conflictos bélicos. La Restauración va a traer el fin de los conflictos bélicos y por lo tanto la estabilidad al régimen. Algunos representantes del carlismo reconocieron a Alfonso XII, mientras que el resto del carlismo sería reducido paulatinamente bajo el mando del general Martínez Campos. En 1876 don Carlos cruzó la frontera francesa hacia el exilio y la guerra se dio por finalizada. Consecuencia inmediata de la derrota carlista fue la abolición definitiva del régimen foral, quedando los vascos sujetos al pago de los impuestos y al servicio militar comunes a todo el Estado. Ahora bien, se estipula un sistema de “conciertos económicos”, concediendo cierta autonomía fiscal (ellos recaudan los impuestos directamente y luego lo envían a la administración central).
El final de la guerra carlista permitió el envío de nuevas tropas a Cuba, donde en un par de años se puso fin al conflicto bélico. En 1878 se firmó la Paz de Zanjón, que incluía una amplia amnistía, la abolición de la esclavitud y la promesa de reformas políticas y administrativas. El incumplimiento de estas reformas marcaría el inicio de nuevos conflictos en 1879 y 1895.
La alternancia en el poder. El sistema político de la Restauración se basaba en la existencia de dos grandes partidos, conservador y liberal, que coincidían ideológicamente en lo fundamental, pero asumían de manera consensuada dos papeles complementarios. Ambos partidos confluían en la defensa de la monarquía, la Constitución, la propiedad privada y la consolidación del Estado liberal, unitario y centralista. Ambos eran partidos de minorías, de notables. La extracción social de las fuerzas de ambos partidos era bastante homogénea y se nutría básicamente de las élites económicas y de la clase media acomodada.
En cuanto a su actuación política, las diferencias eran mínimas. Los conservadores se mostraban más proclives al inmovilismo político y a la defensa de la Iglesia y del orden social, mientras los liberales estaban más inclinados a un reformismo de carácter más progresista y laico. Pero, en la práctica, la actuación de ambos partidos en el poder no difería mucho, al existir un acuerdo tácito de no promulgar nunca una ley que forzase al otro partido a abolirla cuando regresase al gobierno. El Partido Liberal-Conservador se organizó alrededor de Cánovas del Castillo, mientras que el Partido Liberal-Fusionista tenía como principal dirigente a Práxedes Mateo Sagasta.
Para el ejercicio de gobierno se contemplaba el turno pacífico o alternancia regular en el poder, cuyo objeto era asegurar la estabilidad institucional mediante la participación en el poder de las dos familias del liberalismo. El turno quedaba garantizado mediante la manipulación de las elecciones. Lo normal era que el partido que ganaba las elecciones recibiera del rey el encargo de gobernar, pero ahora, cuando el partido que estaba en el poder perdía credibilidad, el rey llamaba al partido de la oposición a formar gobierno, este convocaba las elecciones y las ganaba por medio del fraude electoral.
El fraude en los resultados (manipulación) y los mecanismos caciquiles aseguraban que éstas fuesen siempre favorables al gobierno y por eso había un turno pacífico. La adulteración del voto se logró mediante el restablecimiento del sufragio censitario, el trato más favorables a los distritos rurales frente a los urbanos y, sobre todo, por la manipulación y las trampas electorales.
El control del proceso electoral se ejercía a partir de dos instituciones: el ministro de Gobernación y los caciques locales. Este ministro era quien elaboraba la lista de los candidatos que deberían ser elegidos. Los gobernadores civiles transmitían la lista de los candidatos a los alcaldes y caciques y todo el aparato administrativo se ponía a su servicio para garantizar su elección.
Todo un conjunto de trampas electorales ayudaba a conseguir este objetivo: es lo que se conoce como pucherazo, es decir, la sistemática adulteración de los resultados electorales. Así, para conseguir la elección del candidato gubernamental, no se dudaba en falsificar el censo (incluyendo a personas muertas o impidiendo votar a las vivas), manipular las actas electorales, ejercer la compra de votos y amenazar al electorado con coacciones de todo tipo (impedir la propaganda de la oposición e intimidar a sus simpatizantes, etc.).
Además del falseamiento electoral, el sistema se sustentaba en el caciquismo. Los caciques eran individuos o familias que, por su poder económico o por sus influencias políticas, controlaban una determinada circunscripción electoral. El caciquismo era más evidente en las zonas rurales (Andalucía) donde una buena parte de la población estaba supeditada a los interés de los caciques, quienes, gracias al control de los ayuntamientos controlaban el sorteo de las quintas, proporcionaban puestos de trabajo, etc. De este modo, un favor era igual a un voto. Además, su éxito se basaba también en el fuerte absentismo electoral, sólo votaba el 20 % del censo electoral.
Oligarquía y Caciquismo en Andalucía. Esta situación se daba en todo el país, pero fue más notoria y duradera en Andalucía, donde un reducido grupo tenía la preeminencia económica y el protagonismo político. La élite rural (los caciques) se había enriquecido con las desamortizaciones y desde el principio demostró una tendencia al protagonismo político-administrativo. Otros sectores burgueses se incorporaron al mismo sistema y utilizaron los ayuntamientos y diputaciones en defensa de sus intereses. Estos sectores controlaban las votaciones en Andalucía-
4. CONCLUSIÓN
La Restauración tuvo que hacer frente a la expansión de los movimientos socialistas, al cuestionamiento del dominio español tanto en las Antillas como en el Pacífico y, finalmente, a la emergencia de propuestas nacionalistas que exigían la reforma del Estado. Además, no podemos olvidar como el sistema de la Restauración marginó de la vida política a amplios sectores de la sociedad: carlistas, republicanos, socialistas, etc. La crisis del 98 fue el aviso definitivo que hizo resquebrajar las bases del sistema y planteó la necesidad de tomar medidas orientadas a la regeneración de la vida política y social del país.

“Quizá el mundo esté dividido en cínicos que no encuentran sentido a nada y utopistas que dan sentido a las cosas a partir de alguna magnífica e inverificable presunción acerca del futuro. Yo prefiero a los últimos”. E. H Carr

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